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miércoles, 18 de marzo de 2015

Tres viejitos.



Una mujer salió de su casa y vio a tres viejitos de largas barbas sentados frente a su jardín. Nunca los había visto:
-¿Necesitan algo?, ¡parecen tener hambre! Por favor entren en casa y les prepararé algo para comer.

Ellos preguntaron: ¿Está el hombre de la casa?
-No, respondió ella, no está.
-Entonces no podemos entrar, contestaron.


Al atardecer, cuando llegó el esposo, ella le contó lo sucedido.
-¡Entonces, diles que entren!
La mujer salió a invitar a los hombres a entrar a la casa.
-No podemos entrar los tres juntos.
-¿Por qué?
Uno de los hombres apuntó hacia uno de ellos y explicó: Éste se llama Riqueza, él Éxito y yo soy Amor.

Ahora ve con tu familia y decide a cuál de nosotros tres, desean invitar a su casa. La mujer entró y le contó a su marido, lo que ellos le dijeron. El hombre se alegró: ¡Fantástico! Sal corriendo y dile a Riqueza que entre y llene nuestra casa de dinero.

Pero la esposa no estuvo de acuerdo: Querido, ¿por qué no invitamos a Éxito? Triunfaríamos el resto de nuestras vidas.

La hija del matrimonio interrumpió diciendo: ¿Por que no invitamos a Amor? Nuestro hogar entonces estaría lleno de ternura y nos amaríamos mucho más.

Sin dudar el padre, le pidió a la esposa que fuera a invitar a Amor, para que fuera el huésped de honor.

La esposa salió y preguntó: ¿Cuál de ustedes es Amor? Hemos decidido que sea nuestro invitado.

Amor se puso en pie y comenzó a caminar hacia la casa, los otros dos también se levantaron y le siguieron.

Sorprendida, la mujer les pregunto a Riqueza y Éxito ¿y ustedes por qué vienen? ¿No me dijeron que sólo podía invitar a uno de ustedes?

Los viejitos respondieron juntos: Si hubieras invitado a Riqueza o Éxito, los otros dos nos hubiéramos quedado afuera, pero como decidieron invitar a Amor, donde sea que él vaya, nosotros vamos con él.

Donde quiera que haya Amor, ahí también habrá Riqueza y Éxito.
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jueves, 27 de noviembre de 2014

Que bueno lo que te pasa.


Había una vez en un perdido pueblo un rey que tenía un sirviente que todo lo que decía era “¡QUÉ BUENO MI REY!” El Rey mandaba al sirviente a ensillar 900 caballos y cuando él cumplía, le ordenaba quitarle las sillas de nuevo y el sirviente con una sonrisa le decía “¡QUÉ BUENO MI REY!” Un día, el Rey estaba trabajando la madera con una sierra (ese era su hobby) y de pronto se mochó un dedo y el sirviente viéndolo sonriente le dijo: “¡QUÉ BUENO MI REY!” El Rey sangrando y con mucho dolor se enojó y le reclamó: “¡Cómo puedes reír con mi dolor!” y lo despidió. El sirviente respondió: “¡QUÉ BUENO MI REY!” Meses después el Rey hizo una expedición a una isla escondida, al llegar se dieron cuenta que estaba repleta de caníbales y que los iban a comer a todos pero el requisito fundamental era que estuvieran en perfecto estado físico. Luego que se devoraron a los otros el último que quedaba como carnada era el Rey, pero se percataron que a éste le faltaba un dedo y lo dejaron ir sin comérselo. Cuando el Rey regresó a su castillo mandó a llamar al sirviente para contarle lo sucedido y este le dijo: “¿Vio?, ¡QUE BUENO MI REY! y ¡QUÉ BUENO MI REY! que me despidió porque si no me hubiesen comido a mí también”
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